lunes, 7 de septiembre de 2009

Abismo.

La sangre de mis piernas y de mi cuello
resbala invisible y gotea contra el suelo
mientras mi visión y mis voces
entrecortan mis instantes.
Después de ser libre luché ciego por mis ideas
ya que el fuego quemaba mis manos
y su luz cegaba mis ojos.
Pero pude ver el fuego y mis manos
mientras la escarpada subida deshacía mi piel
empujado a aquello que no deseaba.
Y añoraba mis sombras que eran manchas,
esas sombras que eran manchas,
mientras las rocas se apoderan de mi sangre.
Pude ver finalmente sombras, y hombres, y objetos
y la noche, y la Luna, y el Sol.
Estaban equivocados.
Pero volví, y las tinieblas vendaron mis ojos
y me entristeció oír sus risas y sus palabras y sus preguntas.
¿Qué ves?
Quizá la luz cerró mis ojos.

Pero...
¿Realmente he salido de una caverna?
¡Tras esta no hay luz!
Tras esta sólo otra caverna, otra caverna,
otra caverna, ¿otra caverna?
Cada una con sus verdades al entrar,
cada una con sus mentiras al salir
y bailar en la palma de una nueva utopía.
...y más allá ¿otra caverna?

1 comentario:

  1. Esta poesía empezaba con un encabezamiento que decía:

    "Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea..." Platón.

    Fue un buen entrenamiento, dándole una vuelta más al dudar de que esta caverna fuera la última de las cavernas.

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